
Imagina un comerciante llamado Martin , dueño de una tienda en línea de relojes artesanales. Durante años, invirtió en publicidad y SEO.
Su página apareció en los primeros resultados de búsqueda, sus anuncios en redes generaban tráfico, y aunque no siempre podía atribuir cada venta a una campaña específica, el negocio crecía.
Pero un día, Martin decidió apagarlo todo . Se convenció de que su posicionamiento en buscadores ya era fuerte y que sus clientes seguirían llegando por inercia. “Si mi producto es bueno, la gente vendrá de todas formas”, pensó.
El primer mes, las ventas siguieron estables. El segundo mes, también. ¿Significaba esto que la publicidad y el SEO nunca fueron necesarios?
Aquí entra la paradoja. El SEO y la publicidad son como el gato de Schrödinger : mientras no midamos, ambas realidades existen al mismo tiempo. La empresa sigue vendiendo, pero ¿gracias a la publicidad pasada o porque el mercado la recordaba de otra forma?
Martin siguió sin invertir. Con el tiempo, las visitas comenzaron a caer, pero tan lentamente que no lo notó. Los algoritmos de búsqueda, que premian la relevancia constante, dejaron de mostrar su tienda entre las primeras opciones.
Su competencia, que nunca dejó de invertir, adquirió su lugar.
Un día, Martin abrió su panel de ventas y vio la realidad: el negocio había muerto lentamente sin que él se diera cuenta .
La visibilidad en internet es un fenómeno cuántico: hasta que abres la caja (o las métricas), no sabes si tu negocio sigue vivo o si ha desaparecido en el vasto ruido digital .
